Cristián Huepe: “Mi propuesta es que exista un marco regulatorio distinto para las compañías de redes sociales”

El destacado físico chileno, cuyo trabajo ha sido esencial para entender la era de la posverdad, explica cómo funcionan los algoritmos de las redes sociales, la necesidad de que estas sean reguladas por los Estados y, sobre lo que sucede en Chile, señala que no tiene dudas de que hay mercenarios cibernéticos rusos “avivando la cueca”, aunque es taxativo en indicar que está seguroz de que el origen del problema es exclusivamente chileno.

Muy pocas veces un artículo académico genera un impacto real y perdurable en la sociedad civil, pero eso fue lo que sucedió con uno escrito por el físico teórico chileno Cristián Huepe, profesor de la Northwestern University (una de las mejores universidades del mundo, ubicada en Chicago), y por otros académicos, entre ellos el alemán Thilo Gross.

Publicado en 2012, dicho paper analizó, desde la teoría de los sistemas complejos, la forma en que se forman opiniones políticas en Twitter y, por los resultados que se obtuvieron, se considera el primer estudio científico acerca del modo en que opera la posverdad.

Entrevistado para www.chequeando.cl, Huepe señala que si bien se trata de un trabajo “muy conceptual y teórico”, buscaban entender cómo cambia la dinámica de fragmentación de una red social “cuando se considera el tipo de interacciones que se tienen en internet típicamente”.

En otras palabras, buscaban averiguar qué pasa cuando un usuario de una red se enfrenta con opiniones discordantes, ante lo cual hay dos conductas predominantes: el usuario acepta la opinión distinta y cambia su opinión inicial, o bien elimina al amigo que tenía una opinión disímil.

¿Esas dinámicas se ven potenciadas por los algoritmos que usan Facebook o Twitter?

—Sí, ciertamente. Por este mecanismo de desconectarse del otro, uno tiende a terminar conectado con gente que se parece más a uno, que piensa como uno, debido a la homofilia, característica típica de los seres humanos. Pero la homofilia se tiende a incrementar por los algoritmos de las redes sociales, porque uno tiende a pasar más tiempo en ellas si está rodeado por gente como uno, por así decirlo. De ese modo, lo único que les interesa a ellos (a las empresas de redes sociales) es que uno pase más tiempo metido en las redes, no les importa tanto de qué se está hablando.

E imagino que les interesa que pasemos más tiempo conectados por un tema económico, ¿no?

—Por supuesto, para que veas más los avisos, para decir que ellos tienen más miembros activos, etc. Al final de cuentas, en Facebook, eso se traduce en plata. También les interesa tener un esquema muy claro de quién es uno y es más fácil diagnosticar todas sus preferencias si a uno se le identifica con una comunidad.

¿Ahí estamos yendo al concepto del microtargeting?

—Claro, exactamente. Yo diría que por un lado la maximización del tiempo que uno pasa en las redes sociales y la capacidad de microtargeting, son las dos motivaciones de las compañías que llevan estas redes sociales. Mucha gente piensa que hay motivaciones perversas intencionales, de modificar la opinión pública, pero si bien no descarto que en algún caso pueda haber sucedido, no es realmente lo sistémico, lo importante que está pasando. Ellos están construyendo este microtargeting y esta segmentación en que uno propicia la homifilia, basados en comportamientos humanos bien conocidos y estudiados. 

La posverdad y las fake news

Según explica, junto a los demás autores del artículo nunca pensaron la proyección que tendría lo que escribieron, pero “algunos años después empezó a surgir todo esto de la posverdad, el filtro burbuja, la elección de Trump”. El tema cobró mucha fuerza y nunca más dejó de trabajar en esta área, tanto con sus colegas físicos, como con académicos de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile.

Ya de lleno en el tema, detalla que además del modelo matemático que empuja a la fragmentación, “hay todo tipo de efectos adicionales, como los intereses comerciales de las grandes plataformas, el aprovechamiento político de algunas partes, las intervenciones, las fake news… hay todo un sistema económico que tiende a favorecer la desinformación y la separación en grupos que, al final de cuentas, terminan solamente hablando entre ellos. Eso, según nuestra perspectiva, es el verdadero origen sistémico de la posverdad, porque cuando tu realidad se define solamente por un grupo de gente que piensa lo mismo, es muy fácil que la realidad del grupo empiece a derivar hacia direcciones no relacionadas con los hechos objetivos.

¿Por qué tienen tanto éxito las fake news, en circunstancias que muchas de ellas no tienen ni siquiera un sustento lógico?

Buena pregunta. Al final de cuentas, la realidad se construye por medio de las noticias que le llegan a alguien a través de la gente en la cual confía.

¿Tiene que ver con la fuente de donde viene la noticia, entonces?

—Ciertamente. Si las noticias están diciendo una cosa, pero todos mis amigos están diciendo otra, yo le creo a mis amigos. Por otro lado, son una serie de círculos viciosos. Como yo vengo del estudio de los sistemas complejos, puedo decir que una de las cosas más robustas sistémicamente son los círculos que se retroalimentan. Además, está el sesgo de confirmación: mientras una idea más reafirme tus prejuicios, más vas a tender a promoverla. En las redes sociales, hoy, todos queremos ser el centro emisor de las noticias. Es como el juego del teléfono: es muy fácil que se empiece a distorsionar la noticia, porque la gente la reproduce. Hay una serie de efectos de las redes sociales, que hacen que la gente se sienta más importante cuando reproduce noticias, cuando son el centro de la noticia. Eso estimula que la gente difunda esas noticias falsas.

O sea, hay un tema egótico aquí…

—Exacto. Hay varios estudios sobre los factores sicológicos y la forma en que operamos con las redes sociales. Hay estudios sobre la forma en que los centros del placer se activan cada vez que uno recibe un like es un post de Facebook…

En alguna parte describían eso como una inyección de dopamina.

—Exactamente. Entonces, hace que uno termine posteando. Lo otro es que la retención de la atención, de la que hablábamos antes en las plataformas, tiende a mejorarse cuando uno le da noticias más escandalosas a las personas. Es decir, mientras más chocantes sean las noticias, la gente “se pega” a la red y eso se sabe hace muchos años, gracias a las portadas de la prensa amarilla.

Ha habido estudios muy interesantes que muestran que las personas tienen a quedarse «pegadas» con las noticias fanáticas y los algoritmos automatizados de Youtube, aunque nadie sabe cómo son. Hay gente que ha creado cuentas que empiezan buscando contenidos sobre la bandera chilena, por ejemplo, y cada vez Youtube arrojando resultados más patrióticos, más patrióticos, hasta que se llega a una cuestión súper ultranacionalista. Si empiezas con comida vegana, cada vez te va a dar más resultados de videos anticiencia «oficial», por así decirlo, hasta que terminas con temas antivacunas.

Eso sucede por que una compañía como Youtube sabe todo lo que estás haciendo en Youtube, sobre todo si usas la app en el teléfono, donde tienes más información todavía. Ellos saben exactamente cuántas, de cien personas que estaba a punto de salir de su app, se quedaron en ella al mostrárseles sangre, pero no hay nadie sentado detrás de un computador, analizando que eso es sangre. Lo único que saben es que este conjunto de videos es el que que con mayor probabilidad hace que la gente se quede en esa red, porque el algoritmo empezó a seleccionar eso, por medio de un proceso de inteligencia artificial.

El mundo del futuro 

Esto ya es casi ciencia ficción…

—Sí, de gran manera ya lo es, si ya vivimos en el mundo de la ciencia ficción, en el cual ya estamos viendo estrategias de guerra cibernética bastante desarrollada en grupos distintos y a nivel de Estado. Ahí estamos hablando ya de la intervención rusa en las redes internacionales, país que fue uno de los pioneros en este sentido.

Al inicio de la conversación me dijiste que estabas observando lo que estaba pasando en Chile en las redes sociales por estos días. ¿Sería muy atrevido pensar que los mensajes de odio, fake news y muchas cosas más que hay en Twitter, Facebook y otros sistemas, de algún modo han contribuido en este estallido?

—Sí, ciertamente. Nosotros analizamos Twitter básicamente, y si bien se le critica porque no es una muestra representativa, que no sirve como una encuesta, sí sirve para entender cómo las ideas se están empezando a configurar, sobre todo las más extremas, porque la gente que está en Twitter tiende a ser la más vociferante y, mirando esas ideas, nosotros detectamos mucho antes que cualquier otra situación las tendencias a la radicalización de ciertos grupos.

¿Tú habías visto eso en el caso chileno, antes de esto?

—Antes de la crisis no, siendo honesto. Estábamos observando algunas cosas sobre Chile, trabajando con un grupo de gente que estaba mirando lo que pasaba en las redes sociales en torno a la realización de la COP 25. Una de las cosas que habíamos visto era que la única manera de que la COP tuviera buena aceptación era evitar ciertos riesgos potenciales que estaban empezando a aparecer, en orden a que todo se asociaba con o en contra de Piñera.

Ya habíamos visto que esa polarización en torno a la COP podía generar rechazo en las redes sociales, lo cual se iba a convertir en una cosa muy confrontacional por parte de grupos ecologistas que no querían nada con el gobierno. Creo que hay maneras de paliar eso y de hecho la gente ecologista más de centro, más académica, por así decirlo, si bien muchas veces no eran particularmente pro-gobierno, tenían un diálogo muy bueno con él. Pero después de la crisis lo que vimos es que la situación cambió completamente y desapareció el centro.

¿Y hoy, cómo ves el movimiento de las opiniones en Twitter?

—Es bien complejo. Uno puede identificar etapas en el desarrollo de una crisis y… todo es muy nuevo, así que lo estoy diciendo es de experiencias muy recientes, pero en este momento se está en un instante de reconfiguración de los discursos, por así decirlo. Generalmente aparecen noticias que producen una gran explosión y contraexplosiones, se polarizan completamente en dos lados, pero ahora hay una diversificación de noticias: gente que está más enfocada en revisar lo que ya pasó con los Derechos Humanos, otra que está más focalizada en la asamblea constituyente, gente que está focalizada en recuperar la economía. Se empieza a hablar de muchas cosas distintas y en ese sentido lo ideal sería poder ir en contra de esta polarización extrema que nos divide y poder tratar de que la gente en las redes genere espacios de conversación. Al final es menos importante que las conversaciones sean confrontacionales, a que continúen, sobre todo en espacios virtuales, porque si no, aparece la posverdad y la gente comienza a vivir en realidades distintas, y ahí la conversación es imposible.

Los mercenarios rusos

Un tema que ha sido más frecuente es una especie de paranoia en cuando a que Facebook y Twitter están intervenidos estatalmente. ¿Crees que haya alguna factibilidad técnica o política en ese sentido?

—Cómo decirlo… no quisiera pecar de ingenuo y decir que nunca ha habido intervenciones en estas compañías. Hay todo tipo de interacciones, sobre todo en Estados Unidos, entre Facebook, el gobierno, las redes sociales y, más aún, en otros países. Pero creo que una cosa es saber que cosas como esas pueden pasar y pueden incluso exacerbar los ánimos, e incluso censurar, y otra cosa es pensar que esa es la causa de los problemas que están sucediendo. En el caso chileno ha habido conversaciones sobre hasta qué punto ha habido intervenciones extranjeras en el conflicto chileno, por ejemplo, mediante las redes sociales.

¿Y tú has notado eso en los visionados que has hecho?

—Sí. Ciertamente hemos detectado acciones concertadas y bots. Ahora, entender exactamente de dónde viene eso, quién lo generó y todo eso, tiene más que ver con ciberseguridad, área que no es mi especialidad, en orden a ver cuál es el origen real, quien coordinó, dónde están las máquinas y todo ese tipo de cosas. Sin embargo, habiendo ya visto otros casos alrededor del mundo y todo eso, te diría que estoy cien por ciento seguro que hubo intervención de afuera en la crisis chilena, de alguna u otra manera. Hoy en día es muy barato para grupos organizados, de afuera y de adentro, generar ruido, sobre todo. Es mucho más difícil producir acciones concertadas y generar movimientos sociales, por lo tanto, lo que es súper importante recalcar es que no es que yo le esté echando la culpa a esas organizaciones o a esas cosas coordinadas de los conflictos en Chile. Una cosa es avivar la cueca, o echarle leña al fuego, y otra cosa es crearlo.

Ciertamente los conflictos sociales tienen un origen chileno, absolutamente, pero hay varios grupos ajenos, externos, y Rusia es uno de los campeones en esto, que se dedican a desestabilizar lo más posible todos los países, porque así se ven mejor ellos, por así decirlo. Habiendo mirado el caso en Estados Unidos, apostaría que hay algunos mercenarios cibernéticos rusos trabajando en el caso chileno. Ya he visto amigos en las redes sociales ridiculizar a quiénes han dicho esto, porque sienten que les están diciendo que la única razón del conflicto social en Chile es la intervención foránea y ese, ciertamente, no es el caso: es más bien que están ayudando a desestabilizar.

La necesaria regulación

Sobre Facebook, Twitter, Instagram y otras compañías existe toda una polémica sobre si son o no son medios de comunicación. Cuando a Mark Zuckerberg lo citan al congreso de EEUU dice que no son un medio, pero cuando va a una conferencia dice que sí. En ese sentido, ¿crees que ellos deberían seguir siendo sociedades anónimas como cualquier otra, o debiesen tener un estatus distinto, dada la incidencia que tienen hasta en sociedades donde no están físicamente?

—Sí. Mi propuesta es que exista un marco regulatorio distinto para las compañías de redes sociales que manejan información. Desafortunadamente, nadie está hablando de esto de la manera como yo lo veo, pero quisiera, en el futuro próximo, incluso en Estados Unidos, hacer alguna iniciativa para que junto a otros científicos que trabajan en sistemas complejos como yo pudiéramos tener una postura más clara en torno a esto. Si Facebook es un medio de comunicación o no es casi una definición semántica. Al final de cuentas, Facebook tiene muchas de las mismas responsabilidades y restricciones de los medios de comunicación, porque la línea editorial acerca de qué se publica y qué no se publica, que es una de las principales decisiones de cualquier medio, no lo hace a dedo, pero sí diseña algoritmos que lo hacen, en el sentido de que ellos deciden quién va a recibir esos algoritmos y, así, quién va a recibir qué tipo de noticia.

Esa capacidad de manipular la opinión pública (aunque no sea intencional) mediante estos algoritmos, es uno de los principales resguardos que uno debe tener al respecto, a fin de que no sean capaces de sesgar la información. Ahora, Zuckerberg parece no entender esto para nada, porque él siempre dice que ellos no cambian los contenidos, pero el problema no son los contenidos, porque a través de Facebook uno, en teoría, podría tener cualquier contenido. El problema es a quién le muestras qué. Para mí, se requeriría un nuevo marco para este tipo de compañías, en el cual quizá la distribución de la información básica siguiera un esquema legal parecido al de la distribución de los servicios básicos.

¿Cómo se hace con el gas, el agua?

—Exactamente, hay distintos esquemas de ese tipo. Habría que pensar un poco más en detalle, pero en el caso de Facebook podría haber algún tipo de diferenciación. Ellos pueden seguir trabajando mucho lo que tiene que vez con la interfaz, por ejemplo, pero debiera haber ciertas garantías en cuanto a la divulgación de la homogeneidad de la información.

Es muy parecido a cuando se empezaron a desarrollar las empresas de generación y distribución eléctrica, en que los gobiernos obligaron a que cierta parte de ello fuera regulado, por los cuales se puede obligar a una compañía de electricidad a llevar luz a un pueblito chico, aunque no le sea económicamente conveniente.

Esta es una situación muy parecida: tu podrías obligar a Facebook a mostrarle a toda la gente una cierta diversidad mínima de lo que existe en la red, aunque no sea lo más conveniente para ellos en términos de microtargeting. Ese tipo de regulaciones son muy potentes, pero corresponden a una nueva era que, desafortunadamente, la mayoría de los legisladores alrededor del mundo no entienden…

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